Grupo de gente formando una flecha

Artículos de Opinión

Los artículos de opinión recogidos en esta sección reflejan nuestro compromiso con los principios y valores fundamentales que nos definen como partido, siempre desde una visión basada en la libertad, la responsabilidad y la buena gestión. Publicados en los medios digitales de Sant Cugat (Tot Sant Cugat y Cugat Media), abordan principalmente cuestiones de actualidad local, sin dejar de lado otros temas de interés general que, por su relevancia, merecen nuestra atención y análisis. Estos escritos están firmados por miembros del Partido Popular de Sant Cugat y de Nuevas Generaciones, quienes aportan su visión y dedicación a la ciudad
Ada Colau flotilla

¡Hipócritas!

Hay tragedias que en nuestro mundo no existen. En Siria o en Yemen, después de más de diez años de guerra, millones de personas malviven en campos de refugiados y las limpiezas étnicas han arrasado poblaciones enteras.

En el Congo, más de seis millones de muertes en las últimas décadas, con persecuciones y asesinatos masivos de cristianos, al igual que sucede en Sudán, masacres que en Europa casi nadie quiere mirar. En Nigeria, Somalia o Burkina Faso, los atentados contra iglesias y mercados son habituales, pero no provocan indignaciones, ni portadas, ni un solo minuto de protesta en nuestras calles.

En diferentes países islámicos, las mujeres no pueden conducir, estudiar o trabajar libremente, y todavía hoy se condena y ejecuta personas LGTBI solo por su orientación sexual. En Afganistán, las niñas continúan privadas del derecho a la educación; en Irán, sacarse el velo en público puede costar la prisión o la vida. Pero de esto, silencio sepulcral. Ni pancartas, ni manifestaciones, ni gritos de solidaridad.

Y si miramos hacia América Latina, en Venezuela, Nicaragua o en Cuba, la represión política, la censura y los encarcelamientos arbitrarios son el pan de cada día. Pero los que aquí se llenan la boca con “libertad y derechos humanos” callan o, incluso, lo justifican.

Ahora bien, cuando se trata de Israel, las calles y plazas se llenan, las pancartas aparecen y los altavoces mediáticos se ponen en marcha. Todo en nombre de una causa que algunos utilizan como simple bandera para movilizar a sus bases. De hecho, esta manera de apropiarse de movimientos y convertirlos en herramientas políticas no es nueva: ya lo vimos con el 15M, nacido como una protesta ciudadana y secuestrado después por la izquierda para capitalizarlo electoralmente.

Lo hemos visto estas últimas semanas: los actos vandálicos en la Vuelta Ciclista a España, convirtiendo el deporte en propaganda barata, o, más recientemente, con la “flotilla a Gaza”. Esta se presentó como una misión “solidaria” y “urgente”, pero se realizó por mar durante un mes, como si de un crucero se tratara, según ellos, para entregar ayuda humanitaria. Si de verdad era tan urgente, ¿cómo no fueron en avión? La realidad es que con el paso de los días se ha demostrado que la flotilla no llevaba lo que anunciaba: ni medicamentos ni alimentos de primera necesidad, sino un relato cuidadosamente preparado.

El objetivo real no era ayudar a la población civil, sino generar propaganda contra Israel, provocar imágenes de confrontación y movilizar simpatías en Occidente. Además, ha sido utilizada por algunos políticos para relanzar su imagen pública, que había decaído en los últimos años, y por otros para buscarse su espacio en los platós de televisión. Un ejemplo claro de cómo se utiliza el sufrimiento real de la gente para hacer política, negocio y agitación ideológica.

Y ahí, la palabra que se repite como una cantinela, convertida en consigna vacía: genocidio. Una palabra manipulada y banalizada para presentar una guerra, entre un estado atacado y una organización terrorista que utiliza civiles como escudos humanos, como si fuera un exterminio planificado.

El 7 de octubre de 2023, Hamás —un grupo terrorista, no un Estado— asesinó a más de 1.200 civiles israelíes, hirió a otros 4.700 y secuestró a más de 250, muchos de los cuales todavía hoy siguen retenidos en túneles de Gaza. Familias destrozadas, niños y abuelos que nadie recuerda. ¿Dónde estaban, entonces, las manifestaciones? ¿Dónde estaba la solidaridad con las víctimas? No estaba.

La izquierda española ha convertido este conflicto en una cortina de humo para tapar su propia incompetencia. Les resulta mucho más cómodo señalar a Israel que rendir cuentas por la corrupción que envuelve al Gobierno, el deterioro de la sanidad, la inseguridad, la falta de vivienda, el coste de la vida o las numerosas cesiones al independentismo para seguir en el poder. Criticar a Israel se ha convertido en su válvula de escape, el refugio perfecto para no hablar de sus propios fracasos y tropelías. Y, al fin y al cabo, muchos echaban de menos salir a la calle con una pancarta: llevaban años sin hacerlo, pues los que gobiernan ahora son los suyos.

Y así, mientras en países como Egipto, Marruecos o Jordania, nadie se manifiesta en favor de los palestinos, en Barcelona, las manifestaciones “pacifistas” pro Palestina de la semana pasada acabaron con diez detenidos y veinte d’Esquadra heridos. Así entiende cierta izquierda la “solidaridad” y la “paz”: con piedras y violencia.

El reciente plan de paz anunciado e impulsado por el presidente estadounidense, Donald Trump, firmado esta pasada madrugada en su primera fase por Israel y Hamás, y respaldado por la mayoría de países árabes, incluso por la Autoridad Nacional Palestina, fue rechazado de inmediato por algunos sectores de la izquierda española y su prensa más afín, dando la sensación de que son más radicales que la misma organización terrorista

Porque sí, pese a algunos, la mayoría deseamos una paz real y duradera, que ponga fin al sufrimiento de todos: el de los israelíes que viven bajo la amenaza constante de los cohetes, que hace dos años vieron cómo sus vecinos eran masacrados en los kibutz y sus familias secuestradas, y que todavía hoy esperan el regreso de sus compatriotas aún retenidos. Y el de los palestinos, atrapados por el fanatismo y la manipulación de los mismos terroristas que dicen defenderles. Pero ignorar los crímenes del terrorismo islamista y cargar toda la culpa sobre Israel no es defender la paz: es manipularla.

Y por eso, ante este doble rasero, ante este cinismo disfrazado de moral, solo queda decirlo claro y alto: ¡Hipócritas!

Alfredo Bergua és regidor del PP i secretari general del partit a Sant Cugat